La canción más conocida es, sin duda, la de Serrat, en la que Penélope se queda esperando a su amante "sentada en el andén". La espera es eterna, ya que, aunque aparece su amante, no lo reconoce, y sigue esperando. Desde Pandora mantenemos la esperanza intacta, pero el error de esta Penélope es que no acepta el paso del tiempo, es como si hubiera detenido el tiempo en el momento de la partida y su vida hubiera estado vacía, como si no hubiera vivido desde ese momento. Cronos le ha jugado una mala pasada y no es capaz de reconocer a su amante cuando vuelve.
La espera, el juramento de fidelidad y la esperanza truncada, en este caso, del regreso se ven reflejados en esta peculiar Penélope de Maná en "El muelle de San Blas", donde la simbología del mar, la partida en barco y la larga espera establecen un claro paralelismo con los personajes homéricos, aunque el final es muy diferente. En este caso, al paso del tiempo, se le une la soledad y el abandono de la protagonista que se encuentra olvidada por ese Ulises que jamás volvió.
También Penélope y Ulises se encarnan en "Ana y Miguel" en la canción de Mecano. Nuevamente esta Penélope no es tan afortunada como la de Homero, ya que espera "espera quieta junto a la playa" cuando "al amanecer ya está Miguel sobre su barca", pero él nunca regresa por los celos del mar que está enamorado de Ana. El paso del tiempo se aprecia en "no esperes más, niña de piedra, Miguel no va a volver", la rigidez de la vejez se refleja en la roca en que se ha convertido Ana (Penélope).
Georges Brassens también nos muestra a la fiel Penélope que rechaza a los pretendientes para esperar a Ulises.
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