Europa, hija del rey de Tiro, Agenor, y de Telefasa, jugaba en la playa con sus amigas cuando Zeus, transformado en un hermoso toro blanco, apareció en la orilla. La muchacha, seducida por su belleza, comienza acariciándolo y se sube a su grupa, momento que aprovecha Zeus para raptarla atravesando el mar. Llegan a la isla de Creta y tendrán tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis.
La representación del rapto de Europa ha sido continua y muy prolífica desde época clásica hasta la actualidad, así lo vemos en frescos pompeyanos, en vasijas griegas y romanas, pinturas de todas las épocas, incluso en sellos y monedas actuales o en cómics.
FRESCO POMPEYANO |
Cerámica griega s. VI a. C. |
MOSAICO ROMANO |
TIZIANO |
VALENTÍN SEROV (1910) |
ALEJANDRO DE CINTI |
Picasso (1940) |
Botero (1994) |
Moneda hispánica |
Euro |
El humor también usa el rapto de Europa
En la literatura, el mito aparece desde la Ilíada hasta nuestros días.
oδ‟ ὅηε Φνίληθνο θνύξεο ηειεθιεηηνν,
ἡ ηέθε κνη Μίλσ ηε θαὶ ἀληίζενλ ῾Ραδάκαλζπλ·
ni cuando de la moza de Fénice de lejana fama,
que me parió a Minos y a Radamantis, a un dios comparable; (Ilíada XIV, 321-322)
En Metamorfosis , II 836-875, Ovidio :
Lo llama aparte su padre y, sin declarar que es el amor lo que le mueve, le dice: “Fiel
ejecutor de mis órdenes, hijo, omite toda dilación y desciende en veloz carrera como
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acostumbras; encamínate a la tierra que mira a tu madre por la izquierda –sus habitantes le
dan el nombre de tierra de Sidón–, y haz que aquel rebaño real que ves pacer a lo lejos la
hierba de la montaña se dirija a la playa”. Dijo, e inmediatamente los toros, echados de la
montaña, se encaminan, conforme a lo ordenado, a la playa, en donde la hija de un gran rey
solía distraerse acompañada por jóvenes de Tiro. No son muy compatibles ni habitan en un
mismo domicilio la majestad y el amor; abandonando la gravedad de su cetro, el ilustre
padre y soberano de los dioses, cuya diestra está armada de los fuegos de tres puntas, que
con una cabezada sacude el mundo, se viste la apariencia de un toro, muge mezclado a los
novillos y va de un lado para otro, espléndido, por la blanda hierba. Y en efecto, su color es
el de la nieve que ni han pisado las plantas de un duro pie ni ha fundido el lluvioso Austro.
En su cuello sobresalen los músculos, sobre los brazos le cae la papada; sus cuernos son
pequeños, sí, pero se podría asegurar que son obra de artesanía y son más luminosos que
una perla sin tacha. No hay en su testuz amenaza alguna ni inspira terror su mirada. Su
semblante es de paz. Se maravilla la hija de Agénor de que sea tan hermoso, de que no
amenace con ataque alguno; pero, con todo lo manso que era, al principio no se atreve a
tocarlo. Después se acerca y le ofrece flores en la blanca boca. Se regocija el enamorado y,
en tanto llega el placer que espera, le da besos en las manos; y apenas, apenas puede ya
aplazar lo demás. Tan pronto retoza y salta en la verde hierba, como apoya el costado de
nieve en la rojiza arena; y habiéndole quitado el miedo poco a poco, ya le ofrece el pecho
para que le dé golpecitos su mano de virgen, ya los cuernos para que en ellos le entrelace
guirnaldas de frescas flores. Se atrevió también la regia doncella, sin saber a quién montaba,
a sentarse en la espalda del toro, y a partir de entonces el dios se va alejando
insensiblemente de la tierra y de la parte seca de la playa, poniendo primero en el borde del
agua las falsas plantas de sus patas, y progresando después hasta llevarse su botín a través
de las líquidas llanuras del mar abierto. Ella está asustada, mira atrás a la playa que ha
dejado al ser raptada, y con la mano derecha se agarra a los cuernos mientras apoya la otra
en el lomo; sus ropas trémulas ondulan al soplo de la brisa.
Lope de vega en el soneto 87 "De Europa y Júpiter" :
Passando el mar el engañoso toro,
bolviendo la cerviz, el pie besava
de la llorosa ninfa, que mirava
perdido, de las ropas, el decoro.
Entre las aguas y las hebras de oro,
ondas el fresco viento levantava,
a quien con los suspiros ayudava
el mal guardado virginal tesoro.
Cayéronsele a Europa de las faldas
las rosas al dezirle el toro amores,
y ella, con el dolor de sus guirnaldas,
dizen que, lleno el rostro de colores,
en perlas convirtió sus esmeraldas,
y dixo: “Ay triste yo, perdí las flores
Quevedo:
Convirtióse en “¡Hucho-ho!”
l mismo dios por Europa:
que se convirtió más veces
que una mujer pecadora.
Y con su moño de cuernos
y con su cabeza hosca,
con su nuca y pata hendida
(muy toro en las demás cosas),
junto toro y toreador
(¡quién vio cosa tan impropia!),
para ponerla el rejón,
a la muchacha retoza.
Ella, que era agradecida
de sofaldos y lisonjas,
en vez de arrojarle capas,
sus proprias faldas le arroja.
Mujer que, por pasearse,
en un toro se acomoda,
¿qué hiciera por ir al Prado,
hartándose de carroza?
El dios Toro, como bobo,
del mar se llegó a las ondas,
y dejando atrás la orilla,
empezó a tomar la boga.
Hízose nave cornuda,
hizo la cabeza popa,
de sus cabellos la vela,
y de sus ancas la proa.
El mar, alcabuete entonces,
hizo colchones las olas;
que ya, por padre de Venus,
le tocaba la coroza.
Porque no se marease,
enderezó su corcova
la mareta, y esclavina
pareció la orilla en conchas.
Neptuno, en viéndolos, dijo
a gritos: “¡Ande la loza!”:
que la loza, en los refranes,
las piernas nunca las dobla.
Tomó tierra en una isla,
y luego en tierra tomóla,
y con huéspedes y güesos
dejó el vientre a la chicota.
Pues si por una gabacha,
entre vaca y entre tora,
el grande Júpiter brama,
a riesgo de que le corran,
por ti, que retas los signos
con los que cierne tu cofia,
cuyo talle y cuyo brío
no es nísperos lo que mondan,
convertiréme en ceniza,
pues tus soles me abochornan,
aunque el miércoles Corvillo
entre las cejas me ponga .
Góngora en Soledades I, también recrea el mito:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo-,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
-náufrago y desdeñado, sobre ausente-,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arión dulce instrumento.
Gerardo Diego tiene una serie de tres poemas dedicados al rapto deEuropa:
"Tauro"
Tauro. Potencia. Vigor.
Sangra, escarba, muge, topa.
auro es Júpiter raptor.
Sobre sus lomos, Europa.
(El Buey Apis cruza lento
contra escarnio y contra viento).
El horóscopo adivina
bstinación, lucha, inquina.
Tauro. Fuerza. Sexo.
Arde
el macho en celo.
El cobarde
de vergüenza palidece.
Tauro todo lo enrojece.
Y, oh paradoja divina:
la mariposa,
la golondrina.
"A Curro Garfias"
De la elegancia de Curro
puedo escribir yo un tratado,
desde que le vi montado
en un platerillo burro.
O viendo jugar a Europa
desnuda y sin guardar paño
sobre un Júpiter castaño
que se la lleva en la popa .
Rafael Alberti, en "Marinero en Tierra" muestra referentes al rapto de Europa:
¡JEE, compañero, jee, jee!
¡Un toro azul por el agua!
¡Ya apenas si se le ve!
-¿Queeé?
-
¡Un toro por el mar, jee!
en Égloga fúnebre a tres voces y un toro para la muerte lenta de un poeta:
Recamado de huertas y jardines,
me trasplanté, toro floral, pacífico,
enredadas las astas de granados,
escaleras arriba de las nubes .
y más abajo:
La tarde va de huida por escaleras granas,
y por la mar un toro, desvanecido, a rastras,
bajo un redoble mustio de espumas y retamas.